Casa Marco
Una buena trattoria
Hace ya tres años del último artículo de los Gastrogatos sobre Casa Marco y nos parecía que iba siendo hora de actualizarlo.
De entrada, es sorprendente (y es de agradecer) la fidelidad que mantiene Marco di Tullio a su fórmula original: una cocina sencilla, sabrosa, con platos que se mantienen inalterados a lo largo del tiempo.
De la sala hay poco que comentar, sigue siendo ese pequeño rincón en la calle Gaztambide con pocas mesas bastante juntas (es conveniente reservar para evitar sorpresas) y un servicio agradable aunque un poco desbordado en ocasiones.
La cocina sigue manteniendo las señas de identidad de Marco aunque, en mi opinión, se observa un cierto conformismo en los platos de la carta. Me explico, me parece bien que se mantengan platos tradicionales en las cartas de los restaurantes, pero también me gustan las innovaciones más allá de la pasta del día o entradas ocasionales (como unas buenas alcachofas de temporada que tenían fuera de carta en la última visita); en Casa Marco, ahora mismo los platos más recomendables son los mismos que habríamos recomendado hace tres años.
Para este gato, en este caso eso es una virtud que me permite seguir degustando platos tradicionales como los medallones de ternera con queso provola y berenjenas (que ya se ofrecían en el recordado San Carlos) o el envuelto de queso con jamón ahumado del Tirol, aunque me gustaría encontrar nuevas creaciones de un cocinero con tan buenos fundamentos como es Marco di Tullio.
Dicho esto, aunque en lo que se refiere a la carta, las entradas, ensaladas, pescados (dos carpaccios) y carnes (cuatro platos) se pueden recomendar sin problemas, para mí lo que manda en Casa Marco es la pasta.
Pastas caseras con el toque personal del chef que en casos como los “penne arrabiata con speck e cipolloto” son grandes aciertos; aunque se echa falta más potencia a nivel de picante, el toque de cebolleta y speck da una gracia especial a un plato que no suele alcanzar estos niveles en otros restaurantes.
También destacable otro plato tradicional de la casa: la lasaña de berenjenas con mozzarella y albahaca es un plato redondo con un equilibrio perfecto.
Recomendable el apartado de postres donde destaca un impecable tiramisú (aunque eso tiene mucho que ver con mis gustos personales).
Carta de vinos con una buena representación de referencias italianas donde se pueden encontrar joyas como el Sassicaia 1998 “Tenuta San Guido” pero también vinos sencillos y no especialmente sobrepreciados.
Mención aparte a la Tienda gourmet donde se pueden pedir diversos productos por teléfono.
En resumen, un clásico que mantiene sus esencias y que sigue mereciendo una visita. Aunque sigue siendo una de las trattorias más recomendables de Madrid (especialmente a nivel de los platos de pasta), yo me quedo con la sensación de que podría dar un paso más (desde luego, cocina hay de sobra para subir un par de escalones).