Tamara Casa Lorenzo

La ambición de las cosas sencillas

Hoy recuperamos ese viejo placer de sentarse en una auténtica casa de comidas para disfrutar de recetas tradicionales ejecutadas con mimo y sin sorpresa

Existen cocineros que se hacen, los hay que aprenden, se forman, desarrollan…y no llegan a nada, y los hay que hacen lo mismo y llegan a mucho.

También hay quienes descubren tardíamente esa vocación y aciertan, y los que la descubren tardíamente y se la pegan.

Los hay que estudian mucho y no entienden nada, y los que estudian mucho y podrían dar clases, pues han entendido más de lo que se les enseña.

Los hay que quieren ser otro (o como otro) y dan tumbos contra sí mismos en una ruleta de insatisfacción personal, y quienes tienen claro a dónde van y por dónde se debe ir para llegar.

Los hay creativos y dichosos solo en la creatividad, en el todo cambia continuamente, y los que se afanan en una profesión estable, repitiendo cada día el buen hacer, como un cajero de un banco es estable en su función.

Los hay ambiciosos y conformistas, luchadores y remadores de fondo, protagonistas (hasta el exceso) y los que prefieren que sea su cocina quien hable por ellos. Cada uno cabe en un enclave o mezcla varios de ellos.

Hay pocos que han nacido entre sartenes, que han visto una cocina antes que un pupitre, que cocinar y tratar el producto era parte de su niñez, como las primeras patadas a un balón o la primera falda que se ve ‘de otra manera’.

Cuando en Palencia, a finales del XIX, los abuelos de Lorenzo fundan la Fonda Damián, no sabían que esa fonda sería el primer pupitre y el primer balón para su nieto, criado entre sartenes y cacerolas.

Más tarde, con el mayo del 68, su madre Josefina funda Casa Damián, en la que Lorenzo entra a formar parte estable de la cocina hasta que en 1975 funda, junto a su madre, el restaurante Lorenzo. Son aún años palentinos.

Y en 1998 llega el traslado a Madrid para dedicarse desde el 2000 exclusivamente a su casa madrileña.

Y todos esos años se notan en dos cosas fundamentales para disfrutar en una mesa. Una selección excelsa del producto, de su Palencia natal todo aquello que puede, y una cocina con una base sólida, de magnífica estabilidad y regularidad.

Aquí no busquen aventuras, ni cocina creativa. Vengan cargados de ese casi olvidado deseo de sentarse en una casa de comidas y disfruten de recetas tradicionales ejecutadas con mimo y sin sorpresa.

Son muchos los platos que este gato les recomendaría, pero, por encima de todos, una obligatoriedad mayúscula y que todo el mundo debe probar al menos alguna vez es esa tortilla de patatas (si, una tortilla de patatas, tan sencilla y tan compleja), de forma singular (ovalada), que se debe encargar al hacer la reserva para que su punto sea perfecto (lo confirmo por experiencia, el otro día hubo que improvisar una de las dos pedidas y, estando buena, no era como la encargada con la reserva). ¿Serán las sartenes ovaladas de hierro de su abuela?, ¿será el mimo y las miles de tortillas ejecutadas?, ¿será que habla con el huevo y con el fuego para que alcancen ese punto de huevo casi líquido? Decídanlo Vds, pero ¡pruébenla!

Como deben probar el escabeche de pavo o el de lechazo, gloriosos y sutiles ambos, con la presencia plena del sabor del bicho.

Tras unas buenas croquetas, ligeras y de empanado sutil, prueben una verdura, sea en modo de guisantes o de menestra (bien cargada de guisantes), elijan una opción. Personalmente recomendamos esos guisantes desnudos que no necesitan nada para explotar de sabor, plenos y que parecen escogidos de uno en uno.

Y no teman a los clásicos. Aquí se viene a tomar una magnífica merluza a la romana, frita y jugosa en su interior, o una chuletitas de cordero que les harán repetir, de esas que apenas se ven en los mercados. Todas con palo, y mínimas de tamaño, de mordisco único. O unos buenos calamares fritos. ¿Hace cuanto que no toman unos buenos de verdad?

Y ya en lo principal, el cogote de merluza a la bilbaína (ya ven, cocina de riesgo), o el rape ajoarriero, o las manitas de cordero en un guiño a la casquería que comparten con unos buenos callos, o el lechazo entreasado les dejarán con esa sensación de ¡qué bien he comido!, ¡qué bien se come en una casa de comidas!

Postres caseros y sin filigranas, ricos y de siempre. Natillas, arroz con leche, tocino de cielo o flan de queso serán un goloso remate al festival.

La carta de vinos, carente de riesgo y aventuras, es sin embargo motivadora por sus precios que ayudan a beber bien y no cortarse a tomar una cosa más o repetir botella sin miedo a tener que hipotecar algo.

En fin, acudan, conozcan a Lorenzo, criado entre cacerolas y dedicado con pasión a estas, conozcan su cocina cargada de la ambición de las cosas sencillas bien hechas, que son a veces las más difíciles por lo que tienen de conocidas. Déjense guiar por María Ángeles, su mujer, y disfruten de esa cocina, que ya cuesta encontrar entre tanto invento, y del sosiego de una buena casa de comidas.

Tamara Casa Lorenzo
Paseo de la Habana, 107 . Madrid
(Nueva dirección: Calle de Máiquez, 48. Madrid)

Tfno: 91 415 51 76
https://www.restaurantetamaralorenzo.com/

 

 

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By | 2018-08-22T16:47:52+00:00 mayo 12, 2017|