Azaya

Clasicismo a los pies de La Pedriza

Una tarde de calor en Madrid, juntarse con unos amigos y decidir salir a comer o cenar a los alrededores buscando un lugar que ofrezca una cocina solvente

Una tarde de calor en Madrid, juntarse con unos amigos y decidir salir a comer o cenar a los alrededores buscando un lugar que ofrezca una cocina solvente, una carta de vinos sin complicaciones y que, además, abra todos los días tanto al mediodía como por la noche. Si se han encontrado alguna vez en esta situación, seguro que han barajado opciones por El Escorial, Guadarrama, Torrelodones, etcétera. Pero, probablemente, no hayan pensado en acercarse a Matalpino, un pequeño pueblo en un promontorio a los pies de La Pedriza. Si lo hicieran, se encontrarían con Azaya, un restaurante que el próximo año cumplirá su cuarenta aniversario dando de comer a un público fiel en un entorno francamente agradable.

Al frente del negocio están los hermanos Guillermo y Alejandro Santamaría Sanz; el primero con estudios en la escuela de hostelería IHTTI de Nechâtel y el segundo con formación en Le Cordon Bleu de París; con prácticas en lugares como el Hôtel de La Gare, Ramón Roteta, Zalacaín o Jockey, han tenido suficiente bagaje para saber exactamente qué es lo quieren ofrecer. No esperen un restaurante con una carta complicada ni muy elaborada, lo que Azaya ofrece son recetas sencillas con un producto muy bien seleccionado donde es difícil encontrar un fallo ni llevarse un plato para el recuerdo.

Después de un tiempo sin ir, hemos vuelto para comprobar si se mantiene el concepto tradicional y, es una satisfacción, el ver cómo Azaya sigue fiel a sus principios; la oferta puede parecer algo “pasada de moda” pero es gratificante seguir encontrando una cocina sólida y sin sorpresas.

Los entrantes, tanto fríos como calientes, nos traen al recuerdo propuestas de toda la vida con endibias en distintas preparaciones, pimientos con ventresca o salmón ahumado con cebolla y mantequilla; a destacar un foie casero de pato en los entrantes fríos y unos hongos salteados entre los calientes, aunque si lo desean, también podrán tomarse unos sencillos huevos fritos con morcilla de Bernardos.

En pescados son clásicos el gallo (un producto alternativo al tradicional lenguado que pocas veces encontramos en cartas) y los calamares en su tinta, al igual que un bacalao que no suele fallar. En cambio, una buena merluza al horno venía con un exceso de aceite que bajaba considerablemente el nivel del plato.

Las carnes son de la Finca de Jiménez Barbero (Sierra de Guadarrama) y, el último día, un rabo de ternera estofado (muy agradable el ver en la carta rabo de ternera en lugar del consabido rabo de toro) era una muestra perfecta del tipo de cocina que pueden esperar: buen punto de cocción, con una salsa bien ligada y acompañado de unas buenas patatas fritas era exactamente lo que esperaba el comensal. Igual les pasará con cualquier plato de carne que pidan; entrecot o solomillo a la parrilla o con las tradicionales salsas roquefort o pimienta son platos que llegarán a la mesa con el punto solicitado y con una regularidad en el producto que debería ser la norma en cualquier restaurante. Esta vez nos saltamos las manos y morros de ternera, aunque guardamos un buen recuerdo del plato de anteriores visitas.

Es conveniente dejar espacio para los postres y, dentro del buen nivel general que tienen, les recomendamos que prueben la tarta de manzana que se escapa de la norma habitual del hojaldre fino.

En el apartado de vinos, riojas y riberas acompañan a alguna referencia aislada de otras zonas españolas en una carta que debería mejorar en el apartado de blancos. Dicho así puede sonar un poco aburrido, pero nada más lejos de la realidad; dentro de la oferta encontrarán una sección con distintas referencias de Vega Sicilia con Únicos a unos precios imbatibles acompañados de Alión, Pintia, PSI o Dominio de Pingus. Tampoco es mala elección un Santa Rosa o un Finca Dofí y, por supuesto, riojas tradicionales como un 904 o, en nuestro caso, un Muga Selección Especial del 2011 y, todo esto, a unos precios francamente comedidos.

Pero Azaya, además de una oferta conservadora y más que correcta, ofrece un entorno privilegiado; ahora en verano, la terraza permite disfrutar de unas magníficas vistas que, en invierno, se mantienen gracias a los grandes ventanales del comedor interior.

Un buen servicio, rápido, amable y con una gran pulcritud tanto en el uniforme como en sus maneras, redondea una buena experiencia que convierte al restaurante en una muy buena alternativa en los alrededores de Madrid. Un punto a mejorar es la web a la que, aunque es bastante completa, le falta un punto de actualización.

Recomendable que uno de los comensales se sacrifique para que el resto puedan disfrutar de la carta de vinos y rematar la excursión con unas copas bien servidas en lo que puede ser una larga sobremesa.

Azaya.
C. de los Ganaderos 7.
28492 Mataelpino. Madrid.
Tfno: 91 857 33 33.
https://www.restauranteazaya.com/

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By | 2018-06-28T21:01:50+00:00 agosto 18, 2017|